Abstract/Resumen
Por
su importancia religiosa, el episodio de la salida de Egipto y el
emprendimiento de la gran aventura que ofreció el desierto en el
Éxodo, inaugura un antes y un después en la tradición
judeocristiana.
Nunca
antes un episodio colectivo se había lanzado a vivenciar la
errancia, la nomadía, el límite, la paciencia, al afuera de las
posibilidades de la existencia humana. Nunca antes el protagonista
del relato se encuentra cara a cara con lo sagrado. Es en ese
recorrido hacia una tierra prometida que en un principio guarda la
paradoja que es desierto de todo lo posible. Lo sagrado no siempre se
hace presente y se experimenta la soledad de su ausencia, la
incertidumbre de la inconstancia. Una tierra prometida que no será
conocida por los que iniciaron el viaje. El recorrido es la vivencia
del durante, no el destino.
Desde
la profundidad del texto, desde la lengua hebrea surgen otras
invitaciones que habilitan provocaciones que no quedan plasmadas en
los textos traducidos al griego y latín. No hablamos de un éxodo.
Shemot (שמות),
tal y como es el nombre en hebreo del segundo libro del Pentateuco,
Antiguo Testamento, en hebreo significa: Nombres. Toda una sugerencia
queda obturada en el devenir de la violencia que las traducciones
permiten.
Entonces
cabe el desierto; aquél de los hebreos, de los hombres, de los “que
vienen del otro lado”
desde la opresión y angostura del Mitzraim (Egipto); el texto es una
invitación a pensar desde una visión antropológica y filosófica,
desde una visión arquetípica de la saga del hombre. Por eso ha sido
un episodio que interesó a Maurice Blanchot y comparte conceptos con
Martin Heidegger. Por último, para facilitarnos la exégesis del
texto bíblico, me apoyaré en Friedrich Weinreb y Gershom Scholem.